Bartolome
Salas / Febrero 2013
Joan
Dalmau Comas.
Poco
se sabe de este actor catalán nacido en Moncada y Reixach
(Barcelona) el día 19 de febrero de 1927, y vinculado al teatro
hasta que en la edad tardía la televisión y el cine lo
popularizaron. La primera por su aparición en la telenovela de TV3
“Nissaga de poder”, una cosa como “Falcon Crest” pero con una
familia del Penedés. El segundo, por su participación en la
película de Montxo Armendáriz “Secretos del corazón”.
Dice
su currículo teatral que ha trabajado en obras como “La casa de
las chivas”, “Memoria del tiempo”, “Viento contra viento”,
“D. Juan Tenorio” o “La Verbena de la Paloma”, alguna de
ellas dirigidas por él mismo, y que cuando cesó tal actividad se
afincó en Sevilla, ciudad en la que en 2005 participó en las
“Jornadas libertarias” de la CNT recitando poemas antes de la
proyección de la película “Soldados de Salamina”. Actividad
rapsoda en la que parece que es toda una autoridad según cuentan
quienes lo han escuchado.
Su
primera aparición en televisión es posible que sea la que en 1982
hizo para TVE en dos episodios del espacio “Estudio 1”; “Jaula
nueva, pájaro muerto”, y “El adefesio” de Rafael Alberti, para
volver al final del milenio en espacios de la televisión catalana y
las sempiternas “Hospital Central” y “El comisario”. Siendo
en estos últimos momentos cuando su rostro y su buen hacer han
tocado la curiosidad de los más relevantes realizadores
cinematográficos de final del milenio.
También
el cine lo acogió en la edad tardía, ya que hasta los 55 años no
debutó en “Últimas tardes con Teresa” del realizador Gonzalo
Herralde.
El
martes cinco de febrero falleció en su casa de Coria del Río.
En
“Últimas tardes con Teresa”, adaptación cinematográfica de
Gonzalo Herralde en 1984 sobre la novela homónima que Joan Marsé
escribó en 1966, hace tan minúsculo papel que ni su nombre aparece
en el reparto.
Da
vida al Sr. Lucas, el padre de Maruja (Patricia Adriani), el
jardinero de la finca de Reus de la familia Serrat, que acude al
hospital de Barcelona para ver a su hija, criada de sus señores en
la Ciudad Condal, porque ha sufrido un accidente que la tiene
inconsciente desde hace varios días. Amablemente Oriol Serrat
(Alberto Closas), se prestará a devolverlo a Reus bajo una falsa
pátina afectiva, cuando lo único que quiere es que no le ocasione
trastornos con su ausencia; el que su hija muera unos días después,
solo es un acontecimiento engorroso de tener que adiestrar a otra
criada.
Versión
no muy lograda de la gran novela que describe la Barcelona de 1957,
donde un joven “charnego” apodado el “Pijoaparte” (Ángel
Alcázar), sale la noche de San Juan del barrio marginal donde vive,
para ir a buscar fortuna en las verbenas organizadas en las mansiones
de las familias pudientes.
Adornado
con un traje que realza su hermosura morena, Manolo se cuela en una
fiesta donde confunde a Maruja con una de las burguesitas de buena
familia, aunque no es más que la criada de Teresa (Maribel Martín),
a la que ha acompañado a la fiesta.
Con
audacia Manolo se cuela por la noche en la torre para seducirla, pero
al llegar la mañana se da cuenta de su error al encontrar colgados
en la percha los uniformes de doncella, y aunque la increpa por la
decepción, la sigue visitando muchas noches al estar en el punto de
mira de la policía por robar motos para vendérselas al “Cardenal”
(José Bódalo).
Teresa,
que descubre esa relación amorosa, cuando le pide a la criada que
confíe en ella, confunde la situación ante las palabras a medias de
Maru, y cree que Manolo huye de la policía por ser un comprometido
obrero revolucionario, que le crea una admiración irracional por
formar parte ella de la oposición estudiantil al régimen.
Maru
morirá después de una larga agonía tras un accidente fortuito, y
Manolo se dejará querer por Teresa que es lo que en realidad
buscaba. Aunque la familia alerta no lo permitirá y Manolo acabará
detenido por la policía en una carretera oscura con una moto robada.
Aunque
en la película se aprecia menos, la novela de Marsé está llena de
matices sobre aquellos años confusos donde en la periferia de las
grandes ciudades se instalaba la marginalidad pueblerina de andaluces
y murcianos, que trataba de escapar de aquellos límites de cualquier
manera, recurriendo muchas veces al disimulo y a la mentira para
ocultar la procedencia.
En
“Mi general” (Jaime de Armiñán 1987) es el vicealmirante
Céspedes, el marino que asiste al curso de adaptación a las nuevas
técnicas militares para jerarcas franquistas sin que le importe lo
más mínimo su contenido, por lo que continuamente llega tarde y
pide disculpas con amplia sonrisa, hasta que por lo reiterativo de su
postura terminan poniéndole falta cuando pasan lista en clase como
si fuera un niño.
En
“Si te dicen que caí” (Vicente Aranda 1989), de nuevo sobre una
adaptación de Joan Marsé, es el parroquiano de la taberna que
aconseja al “Java” (Jorge Sanz) que a la Ramona (Victoria Abril)
se la folle con condón cuando ve que la espera acodado en el
mostrador, porque está podrida y lo sabe por experiencia. Lo relata
con aire de autosuficiencia, porque la recuerda de los tiempos de la
guerra por el costurón que tiene en la teta, producto de los cortes
que con una botella le produjo el señorito Conrado (Javier
Gurruchaga).
En
“El crimen del Cine Oriente” (Pedro Costa 1996) es Asensi, el
operador que oculta su derrota republicana en la cabina de proyección
del cine del Sr. Sendra (José María Pou), donde cada tarde instruye
en francés al chaval que le sube la merienda del bar mientras
curiosea la sala por la ventanita, dejando oír sus lamentos
inocentes contra una España que muestra su lado más rancio en las
películas que exhibe.
Llegada
la jubilación hará su despedida en la “Barceloneta” tomando una
paella junto a sus compañeros del cine, intentando hacer un brindis
que haga balance de su vida, pero que no va más allá de ser un
canto de agradecimiento a su mujer, una doctora en filosofía y
letras que ha envejecido en las privaciones y las renuncias junto al
hombre del que se siente orgullosa.
En
“Secretos del corazón” (Montxo Armendáriz 1997) es Benito,
vecino del pueblo navarro de Ochagavía que con su forma optimista de
ver la vida, trata de sacar a su amigo Zabalza (Joan Vallés), del
pozo de amargura en que vive sumido desde que su hijo Antonio se
suicidó al encontrar a su mujer (Silvia Munt) en brazos de su
hermano Ignacio (Carmelo Gómez). Pegando dos tiros al aire cuando
estos se casan aduciendo que es una de las pocas ocasiones que merece
la pena quemar pólvora.
En
“El pianista” (Mario Gas 1998), primer trabajo como realizador
del actor y director de teatro Mario Gas, basada en la novela de
Manuel Vázquez Montalbán del mismo nombre, donde presta su triste
figura al personaje de Oviedo.
Dos
músicos de diferente ideología enfrentados por una mujer, Teresa
(Paulina Gálvez).
Al
estallar la guerra uno se queda en Barcelona a defender a la
República, Rosell (Pere Ponce), mientras que el otro, Lluis Doria
(Jordi Mollá), marcha a París para continuar su carrera.
Como
anécdota decir que el personaje de Doria, se libró de una muerte
cinematográfica por la insistencia de Vázquez Montalbán, ya que
Mario Gas quería cargárselo de un tiro al final por “hijoputa”
Estrenada
en el cine “La Latina” de París tras le que se realizó un
coloquio con la asistencia del novelista.
En
“Silencio roto” (Montxo Armendáriz 2001) es Genaro, el padre de
Miguel, el soldado que murió en la guerra luchando por la República,
y que su mujer (Asunción Balaguer) le oculta haciendo que D. Hilario
(Álvaro de Luna) le escriba cartas como si siguiera luchando en
Francia, para que no se muera de pena.
Cartas
que le sube Lucia (Lucia Jiménez) a la casa del monte donde “el
maqui” establece los contactos con los correos que suben desde el
pueblo, mientras los dos abuelos, con los ojos empañados por las
lágrimas, recuerdan a su hijo ausente.
Historias
de maquis a mediados de los años cuarenta, acechando desde el monte
los pueblos donde se vive la represión de la Guardia Civil y el
“chivateo” de los fascistas, a la espera que se de una situación
propicia para cambiar las cosas.
En
“Soldados de Salamina” (David Trueba 2003) es Antonio Miralles,
el viejo miliciano escéptico que espera su final en un residencia
francesa, desde donde contempla “en cuerpo ajeno” la vida que
tanto ama sin poder saborear ni tan siquiera un pitillo. Allí lo
visita Lola Cercas (Ariadna Gil), la periodista obsesionada en
encontrar al joven miliciano que en 1938 bailaba con su fusil
“Suspiros de España” bajo la lluvia, y que cuando tuvo que optar
por matar optó por dejar vivir, aunque fuera a Sánchez Mazas (Ramón
Fontseré), el fundador de Falange.
Cuando
la periodista le pregunta con lágrimas en los ojos si era él,
contesta que no como no podía ser de otra manera, porque ya no
asociaba su vida con la de aquel muchacho alegre que reía ajeno a la
guerra.
Dicen
que el pasodoble “Suspiros de España”, del marteño Antonio
Álvarez Alonso, que tantos paseos patrióticos ha dado por el
mundo, no es un arranque nostálgico como pueda parecer, sino un
homenaje a los “suspiros” que cada tarde tomaba en el Café
“España” de la ciudad de Cartagena donde estuvo afincado mucho
tiempo. Aunque no es eso lo que parece indicar la letra, que por
cierto es bastante cutre, que ni Diego “El cigala” con su versión
durante los créditos de la película, logra aliviar el tedio que
produce. Tan solo la imagen del miliciano bailando con su música
bajo la lluvia, la convierte en un momento memorable.
Nominado
a los Goyas como “mejor actor de reparto” por este trabajo, en
pugna con Juan Diego por “Torremolinos 73” y José Luis Gómez
por “La luz prodigiosa”. El que se lo llevó fue Eduard Fernández
por “En la ciudad”, que terminó su emocionada alocución de ésta
manera: “Éste Goya lo comparto entero y de corazón con un
excelente actor y mejor persona, que hace 20 años me trató como a
un compañero cuando yo sólo era un figurante. Para ti, Joan Dalmau”
En
“Mar adentro” (Alejandro Amenábar 2004) es Joaquín, padre de
Ramón Sampedro, que desde la tristeza tolerante sabe que: “hay
algo peor que un hijo que se muere; que se quiera morir”.
Embargado
por la pena espera sin opinar a que el destino depare lo que tenga
que deparar, sin rebelarse, en silencio, sin lograr romper el muro de
la incomunicación tan frecuente entre personas que se quieren.
La
película ganó el Oscar y él saltó del sillón diciendo “tu
padre”, pegando un descomunal susto a su mujer “cuando aquella
rubia en perfecto castellano dijo España”. La rubia en cuestión
era nada menos que Gwyneth Paltrow, una inglesa que habla castellano
porque cuando era niña venía a Talavera de la Reina en intercambios
veraniegos.
En
“La noche del hermano” (Santiago García de Leániz 2005), que
toma como banda sonora la canción de Amaral “Confiar en alguien”,
es el abuelo de Jaime (Jan Cornet) y de Alex (Pablo Rivero).
Expiloto
de aviación que interioriza herméticamente los secretos de la
supervivencia. Jaime vive acogido en su casa mientras que Alex purga
en la cárcel el asesinato de sus padres. Teniendo que poner la
prudencia entre los dos hermanos cuando Jaime encara la vida con la
herencia paterna de unas tierras productivas de las que el carcelario
reclama su parte.
Dice
el realizador de Dalmau que tiene el corazón como el de un niño,
tan grande como su talento, que tiene una de las voces más bellas
del cine español, y que recita poesía como nunca antes había oído
a alguien.
En
“Vientos de agua” (Juan José Campanella 2005) da vida a Esteban
Olaya, el abuelo ilustrado de la familia minera que vive con
preocupación los acontecimientos políticos que en 1934 desmembrará
a su familia, matando a unos y haciendo huir a otros camino de
Argentina a emprender una nueva vida.
Un
producto hispano argentino para la televisión que a pesar de su
calidad y excelente crítica, ni en España (Tele 5) ni en Argentina
(Canal 13) consiguieron los mínimos índices de audiencia para su
permanencia en antena, pasando sus 15 horas de película a engrosar
en formato DVD las estanterías de de los grandes almacenes.
Un
nuevo desperdicio intelectual, artístico e histórico, gracias a la
prioridad de este público globalizado por los “magníficos”
programas “culturales” y futbolísticos que ocupan las más
amplias franjas de audiencia.
La
noche del lluvioso 23 de mayo de 2008, dentro del espacio “Versión
Española” magistralmente dirigido por Cayetana Guillén, se
produjo eso que los flamencos suelen llamar “duende”. Se
proyectaba el único largometraje, hasta el momento, del logroñés
Santiago Tabernero, que asistió invitado en compañía de dos de sus
protagonistas: Silvia Abascal y Miguel Ángel Silvestre, creándose
un clima de complicidad y poesía que transgredía los límites de la
pantalla para hacer partícipe de la magia al espectador, de lo que
gran parte de la culpa tenían el realizador y la presentadora.
“Vida
y color”, película que se proyectaba, toma el nombre de aquel
antológico álbum de cromos que allá por los años 70 se afanaban
por completar los niños de un país ya apenas reconocible, y que en
su primera página nos mostraba las diferencias cromáticas de las
diferentes culturas, que tanto asemejábamos generaciones anteriores
a las huchas de “negritos” y “chinitos” con que se pedía el
día del “DOMUND”.
Mucho
tiene que ver la película con esta época que coincide con un país
que eclosiona a la muerte del dictador. Esa “vida” y ese “color”
que parece que es posible al final del túnel que da acceso al
“Barrio de las Islas”, fiel reflejo del de Santiago Tabernero en
Logroño, y que costó trabajo localizar en Madrid 30 años después.
Por
fin se consiguió en una zona marginal de Fuencarral, a espaldas de
la Estación de Chamartín, donde no pocos problemas tuvieron a pesar
de obtener todos los permisos de rodaje por parte del Ayuntamiento, y
aunque ya los han olvidado, hasta llegaron a robarles el material que
tenían en la escuela habilitada como centro operativo. De aquello
queda ese túnel que llevaba al infierno, no es otro que el que en la
actualidad forma parte del “anillo verde” ciclista a su paso bajo
las vías del tren.
Cabe
destacar del reparto a Carmen Machi en el papel de Leo, demostrando
su gran capacidad dramática. Mujer maltratada por la vida que cada
día acude al árbol negro para arrojar comida con que mantener a un
marido loco y violador que vive escondido en lo que fue zulo del
maquis.
No
le va a la zaga el de Ana Wagemer en el de Sole, esta mujer que da
crédito a la televisiva “La señora” haciendo el papel de
Vicenta, y que el realizador contrató para este trabajo como
homenaje a su madre.
Aunque
el más meritorio por su complejidad es el desarrollado por Natalia
Abascal en el papel de Ramona, la hermana de Silvia, “síndrome de
down”, que aunque contó con el cariño y la colaboración de todo
el equipo, tuvo que soportar grandes tensiones por la complejidad de
su personaje.
Pero
hoy quien nos importa es Joan Dalmau en un papel que queda como un
traje a medida. Un anarquista sabio que vive con su familia en el
barrio marginal, dando consejos a su nieto Fede (Junio Valverde) que
comparte habitación con él y que tiene prisa por vivir. Un
anarquista que al terminar la guerra vivió escondido en el zulo que
aun existe bajo el árbol seco y ahora espera la muerte del dictador
con una botella de champaña en la nevera.
Cuarenta
años de represión que lleva sin cruzar palabra con su amigo Cirilo
(Fernando Ransanz), que robó la vaquería de un compañero y se pasó
al otro bando, y que aun le envía fotos fascistas con su nieto. Las
que el devuelve cariñosamente enviándole otra de cuando eran críos
y jugaban en los mismos paisajes. Lo que posiblemente le toque el
corazón para que vaya firmar en el libro que a la puerta de la
chabola ha sacado la familia, donde entre dos velas rojas se puede
ver su rostro y su nombre: Ángel Flores Carasa.
En
“Tangoway” dirigida por José A. Salgot en 2007 da vida a
Alberto, un abuelo al que tras la muerte de su mujer (Asunción
Balaguer), su hijo Marco (Ariel Casa) trata de llevarlo a casa tras
descubrir que padece Alzheimer.
Pequeño
narcotraficante que verá aumentados los problemas al tratar de dejar
la actividad, con la incomprensión familiar por la acogida del
abuelo.
“Los
ojos de Julia” de Guillén Morales en 2010 es su último trabajo,
en ella encarna al personaje de Créspulo, en un nuevo film de terror
al servicio de Belén Rueda en el papel principal de Julia, la gemela
de otra mujer que se suicida por una enfermedad degenerativa que ella
comparte, a la que no le queda muy claro que el motivo de la muerte
de su hermana sea voluntario.
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