jueves, 14 de febrero de 2013

Adiós al soldado de Salamina: Joan Dalmau


Bartolome Salas / Febrero 2013

Joan Dalmau Comas.
Poco se sabe de este actor catalán nacido en Moncada y Reixach (Barcelona) el día 19 de febrero de 1927, y vinculado al teatro hasta que en la edad tardía la televisión y el cine lo popularizaron. La primera por su aparición en la telenovela de TV3 “Nissaga de poder”, una cosa como “Falcon Crest” pero con una familia del Penedés. El segundo, por su participación en la película de Montxo Armendáriz “Secretos del corazón”.


Dice su currículo teatral que ha trabajado en obras como “La casa de las chivas”, “Memoria del tiempo”, “Viento contra viento”, “D. Juan Tenorio” o “La Verbena de la Paloma”, alguna de ellas dirigidas por él mismo, y que cuando cesó tal actividad se afincó en Sevilla, ciudad en la que en 2005 participó en las “Jornadas libertarias” de la CNT recitando poemas antes de la proyección de la película “Soldados de Salamina”. Actividad rapsoda en la que parece que es toda una autoridad según cuentan quienes lo han escuchado.

Su primera aparición en televisión es posible que sea la que en 1982 hizo para TVE en dos episodios del espacio “Estudio 1”; “Jaula nueva, pájaro muerto”, y “El adefesio” de Rafael Alberti, para volver al final del milenio en espacios de la televisión catalana y las sempiternas “Hospital Central” y “El comisario”. Siendo en estos últimos momentos cuando su rostro y su buen hacer han tocado la curiosidad de los más relevantes realizadores cinematográficos de final del milenio.
También el cine lo acogió en la edad tardía, ya que hasta los 55 años no debutó en “Últimas tardes con Teresa” del realizador Gonzalo Herralde.

El martes cinco de febrero falleció en su casa de Coria del Río.

En “Últimas tardes con Teresa”, adaptación cinematográfica de Gonzalo Herralde en 1984 sobre la novela homónima que Joan Marsé escribó en 1966, hace tan minúsculo papel que ni su nombre aparece en el reparto.

Da vida al Sr. Lucas, el padre de Maruja (Patricia Adriani), el jardinero de la finca de Reus de la familia Serrat, que acude al hospital de Barcelona para ver a su hija, criada de sus señores en la Ciudad Condal, porque ha sufrido un accidente que la tiene inconsciente desde hace varios días. Amablemente Oriol Serrat (Alberto Closas), se prestará a devolverlo a Reus bajo una falsa pátina afectiva, cuando lo único que quiere es que no le ocasione trastornos con su ausencia; el que su hija muera unos días después, solo es un acontecimiento engorroso de tener que adiestrar a otra criada.
Versión no muy lograda de la gran novela que describe la Barcelona de 1957, donde un joven “charnego” apodado el “Pijoaparte” (Ángel Alcázar), sale la noche de San Juan del barrio marginal donde vive, para ir a buscar fortuna en las verbenas organizadas en las mansiones de las familias pudientes.
Adornado con un traje que realza su hermosura morena, Manolo se cuela en una fiesta donde confunde a Maruja con una de las burguesitas de buena familia, aunque no es más que la criada de Teresa (Maribel Martín), a la que ha acompañado a la fiesta.
Con audacia Manolo se cuela por la noche en la torre para seducirla, pero al llegar la mañana se da cuenta de su error al encontrar colgados en la percha los uniformes de doncella, y aunque la increpa por la decepción, la sigue visitando muchas noches al estar en el punto de mira de la policía por robar motos para vendérselas al “Cardenal” (José Bódalo).
Teresa, que descubre esa relación amorosa, cuando le pide a la criada que confíe en ella, confunde la situación ante las palabras a medias de Maru, y cree que Manolo huye de la policía por ser un comprometido obrero revolucionario, que le crea una admiración irracional por formar parte ella de la oposición estudiantil al régimen.
Maru morirá después de una larga agonía tras un accidente fortuito, y Manolo se dejará querer por Teresa que es lo que en realidad buscaba. Aunque la familia alerta no lo permitirá y Manolo acabará detenido por la policía en una carretera oscura con una moto robada.
Aunque en la película se aprecia menos, la novela de Marsé está llena de matices sobre aquellos años confusos donde en la periferia de las grandes ciudades se instalaba la marginalidad pueblerina de andaluces y murcianos, que trataba de escapar de aquellos límites de cualquier manera, recurriendo muchas veces al disimulo y a la mentira para ocultar la procedencia.

En “Mi general” (Jaime de Armiñán 1987) es el vicealmirante Céspedes, el marino que asiste al curso de adaptación a las nuevas técnicas militares para jerarcas franquistas sin que le importe lo más mínimo su contenido, por lo que continuamente llega tarde y pide disculpas con amplia sonrisa, hasta que por lo reiterativo de su postura terminan poniéndole falta cuando pasan lista en clase como si fuera un niño.

En “Si te dicen que caí” (Vicente Aranda 1989), de nuevo sobre una adaptación de Joan Marsé, es el parroquiano de la taberna que aconseja al “Java” (Jorge Sanz) que a la Ramona (Victoria Abril) se la folle con condón cuando ve que la espera acodado en el mostrador, porque está podrida y lo sabe por experiencia. Lo relata con aire de autosuficiencia, porque la recuerda de los tiempos de la guerra por el costurón que tiene en la teta, producto de los cortes que con una botella le produjo el señorito Conrado (Javier Gurruchaga).

En “El crimen del Cine Oriente” (Pedro Costa 1996) es Asensi, el operador que oculta su derrota republicana en la cabina de proyección del cine del Sr. Sendra (José María Pou), donde cada tarde instruye en francés al chaval que le sube la merienda del bar mientras curiosea la sala por la ventanita, dejando oír sus lamentos inocentes contra una España que muestra su lado más rancio en las películas que exhibe.
Llegada la jubilación hará su despedida en la “Barceloneta” tomando una paella junto a sus compañeros del cine, intentando hacer un brindis que haga balance de su vida, pero que no va más allá de ser un canto de agradecimiento a su mujer, una doctora en filosofía y letras que ha envejecido en las privaciones y las renuncias junto al hombre del que se siente orgullosa.

En “Secretos del corazón” (Montxo Armendáriz 1997) es Benito, vecino del pueblo navarro de Ochagavía que con su forma optimista de ver la vida, trata de sacar a su amigo Zabalza (Joan Vallés), del pozo de amargura en que vive sumido desde que su hijo Antonio se suicidó al encontrar a su mujer (Silvia Munt) en brazos de su hermano Ignacio (Carmelo Gómez). Pegando dos tiros al aire cuando estos se casan aduciendo que es una de las pocas ocasiones que merece la pena quemar pólvora.

En “El pianista” (Mario Gas 1998), primer trabajo como realizador del actor y director de teatro Mario Gas, basada en la novela de Manuel Vázquez Montalbán del mismo nombre, donde presta su triste figura al personaje de Oviedo.
Dos músicos de diferente ideología enfrentados por una mujer, Teresa (Paulina Gálvez).
Al estallar la guerra uno se queda en Barcelona a defender a la República, Rosell (Pere Ponce), mientras que el otro, Lluis Doria (Jordi Mollá), marcha a París para continuar su carrera.
Como anécdota decir que el personaje de Doria, se libró de una muerte cinematográfica por la insistencia de Vázquez Montalbán, ya que Mario Gas quería cargárselo de un tiro al final por “hijoputa”
Estrenada en el cine “La Latina” de París tras le que se realizó un coloquio con la asistencia del novelista.

En “Silencio roto” (Montxo Armendáriz 2001) es Genaro, el padre de Miguel, el soldado que murió en la guerra luchando por la República, y que su mujer (Asunción Balaguer) le oculta haciendo que D. Hilario (Álvaro de Luna) le escriba cartas como si siguiera luchando en Francia, para que no se muera de pena.
Cartas que le sube Lucia (Lucia Jiménez) a la casa del monte donde “el maqui” establece los contactos con los correos que suben desde el pueblo, mientras los dos abuelos, con los ojos empañados por las lágrimas, recuerdan a su hijo ausente.
Historias de maquis a mediados de los años cuarenta, acechando desde el monte los pueblos donde se vive la represión de la Guardia Civil y el “chivateo” de los fascistas, a la espera que se de una situación propicia para cambiar las cosas.

En “Soldados de Salamina” (David Trueba 2003) es Antonio Miralles, el viejo miliciano escéptico que espera su final en un residencia francesa, desde donde contempla “en cuerpo ajeno” la vida que tanto ama sin poder saborear ni tan siquiera un pitillo. Allí lo visita Lola Cercas (Ariadna Gil), la periodista obsesionada en encontrar al joven miliciano que en 1938 bailaba con su fusil “Suspiros de España” bajo la lluvia, y que cuando tuvo que optar por matar optó por dejar vivir, aunque fuera a Sánchez Mazas (Ramón Fontseré), el fundador de Falange.
Cuando la periodista le pregunta con lágrimas en los ojos si era él, contesta que no como no podía ser de otra manera, porque ya no asociaba su vida con la de aquel muchacho alegre que reía ajeno a la guerra.
Dicen que el pasodoble “Suspiros de España”, del marteño Antonio Álvarez Alonso, que tantos paseos patrióticos ha dado por el mundo, no es un arranque nostálgico como pueda parecer, sino un homenaje a los “suspiros” que cada tarde tomaba en el Café “España” de la ciudad de Cartagena donde estuvo afincado mucho tiempo. Aunque no es eso lo que parece indicar la letra, que por cierto es bastante cutre, que ni Diego “El cigala” con su versión durante los créditos de la película, logra aliviar el tedio que produce. Tan solo la imagen del miliciano bailando con su música bajo la lluvia, la convierte en un momento memorable.
Nominado a los Goyas como “mejor actor de reparto” por este trabajo, en pugna con Juan Diego por “Torremolinos 73” y José Luis Gómez por “La luz prodigiosa”. El que se lo llevó fue Eduard Fernández por “En la ciudad”, que terminó su emocionada alocución de ésta manera: “Éste Goya lo comparto entero y de corazón con un excelente actor y mejor persona, que hace 20 años me trató como a un compañero cuando yo sólo era un figurante. Para ti, Joan Dalmau”

En “Mar adentro” (Alejandro Amenábar 2004) es Joaquín, padre de Ramón Sampedro, que desde la tristeza tolerante sabe que: “hay algo peor que un hijo que se muere; que se quiera morir”.
Embargado por la pena espera sin opinar a que el destino depare lo que tenga que deparar, sin rebelarse, en silencio, sin lograr romper el muro de la incomunicación tan frecuente entre personas que se quieren.
La película ganó el Oscar y él saltó del sillón diciendo “tu padre”, pegando un descomunal susto a su mujer “cuando aquella rubia en perfecto castellano dijo España”. La rubia en cuestión era nada menos que Gwyneth Paltrow, una inglesa que habla castellano porque cuando era niña venía a Talavera de la Reina en intercambios veraniegos.

En “La noche del hermano” (Santiago García de Leániz 2005), que toma como banda sonora la canción de Amaral “Confiar en alguien”, es el abuelo de Jaime (Jan Cornet) y de Alex (Pablo Rivero).
Expiloto de aviación que interioriza herméticamente los secretos de la supervivencia. Jaime vive acogido en su casa mientras que Alex purga en la cárcel el asesinato de sus padres. Teniendo que poner la prudencia entre los dos hermanos cuando Jaime encara la vida con la herencia paterna de unas tierras productivas de las que el carcelario reclama su parte.
Dice el realizador de Dalmau que tiene el corazón como el de un niño, tan grande como su talento, que tiene una de las voces más bellas del cine español, y que recita poesía como nunca antes había oído a alguien.

En “Vientos de agua” (Juan José Campanella 2005) da vida a Esteban Olaya, el abuelo ilustrado de la familia minera que vive con preocupación los acontecimientos políticos que en 1934 desmembrará a su familia, matando a unos y haciendo huir a otros camino de Argentina a emprender una nueva vida.
Un producto hispano argentino para la televisión que a pesar de su calidad y excelente crítica, ni en España (Tele 5) ni en Argentina (Canal 13) consiguieron los mínimos índices de audiencia para su permanencia en antena, pasando sus 15 horas de película a engrosar en formato DVD las estanterías de de los grandes almacenes.
Un nuevo desperdicio intelectual, artístico e histórico, gracias a la prioridad de este público globalizado por los “magníficos” programas “culturales” y futbolísticos que ocupan las más amplias franjas de audiencia.

La noche del lluvioso 23 de mayo de 2008, dentro del espacio “Versión Española” magistralmente dirigido por Cayetana Guillén, se produjo eso que los flamencos suelen llamar “duende”. Se proyectaba el único largometraje, hasta el momento, del logroñés Santiago Tabernero, que asistió invitado en compañía de dos de sus protagonistas: Silvia Abascal y Miguel Ángel Silvestre, creándose un clima de complicidad y poesía que transgredía los límites de la pantalla para hacer partícipe de la magia al espectador, de lo que gran parte de la culpa tenían el realizador y la presentadora.
“Vida y color”, película que se proyectaba, toma el nombre de aquel antológico álbum de cromos que allá por los años 70 se afanaban por completar los niños de un país ya apenas reconocible, y que en su primera página nos mostraba las diferencias cromáticas de las diferentes culturas, que tanto asemejábamos generaciones anteriores a las huchas de “negritos” y “chinitos” con que se pedía el día del “DOMUND”.
Mucho tiene que ver la película con esta época que coincide con un país que eclosiona a la muerte del dictador. Esa “vida” y ese “color” que parece que es posible al final del túnel que da acceso al “Barrio de las Islas”, fiel reflejo del de Santiago Tabernero en Logroño, y que costó trabajo localizar en Madrid 30 años después.
Por fin se consiguió en una zona marginal de Fuencarral, a espaldas de la Estación de Chamartín, donde no pocos problemas tuvieron a pesar de obtener todos los permisos de rodaje por parte del Ayuntamiento, y aunque ya los han olvidado, hasta llegaron a robarles el material que tenían en la escuela habilitada como centro operativo. De aquello queda ese túnel que llevaba al infierno, no es otro que el que en la actualidad forma parte del “anillo verde” ciclista a su paso bajo las vías del tren.
Cabe destacar del reparto a Carmen Machi en el papel de Leo, demostrando su gran capacidad dramática. Mujer maltratada por la vida que cada día acude al árbol negro para arrojar comida con que mantener a un marido loco y violador que vive escondido en lo que fue zulo del maquis.
No le va a la zaga el de Ana Wagemer en el de Sole, esta mujer que da crédito a la televisiva “La señora” haciendo el papel de Vicenta, y que el realizador contrató para este trabajo como homenaje a su madre.
Aunque el más meritorio por su complejidad es el desarrollado por Natalia Abascal en el papel de Ramona, la hermana de Silvia, “síndrome de down”, que aunque contó con el cariño y la colaboración de todo el equipo, tuvo que soportar grandes tensiones por la complejidad de su personaje.
Pero hoy quien nos importa es Joan Dalmau en un papel que queda como un traje a medida. Un anarquista sabio que vive con su familia en el barrio marginal, dando consejos a su nieto Fede (Junio Valverde) que comparte habitación con él y que tiene prisa por vivir. Un anarquista que al terminar la guerra vivió escondido en el zulo que aun existe bajo el árbol seco y ahora espera la muerte del dictador con una botella de champaña en la nevera.
Cuarenta años de represión que lleva sin cruzar palabra con su amigo Cirilo (Fernando Ransanz), que robó la vaquería de un compañero y se pasó al otro bando, y que aun le envía fotos fascistas con su nieto. Las que el devuelve cariñosamente enviándole otra de cuando eran críos y jugaban en los mismos paisajes. Lo que posiblemente le toque el corazón para que vaya firmar en el libro que a la puerta de la chabola ha sacado la familia, donde entre dos velas rojas se puede ver su rostro y su nombre: Ángel Flores Carasa.

En “Tangoway” dirigida por José A. Salgot en 2007 da vida a Alberto, un abuelo al que tras la muerte de su mujer (Asunción Balaguer), su hijo Marco (Ariel Casa) trata de llevarlo a casa tras descubrir que padece Alzheimer.
Pequeño narcotraficante que verá aumentados los problemas al tratar de dejar la actividad, con la incomprensión familiar por la acogida del abuelo.

“Los ojos de Julia” de Guillén Morales en 2010 es su último trabajo, en ella encarna al personaje de Créspulo, en un nuevo film de terror al servicio de Belén Rueda en el papel principal de Julia, la gemela de otra mujer que se suicida por una enfermedad degenerativa que ella comparte, a la que no le queda muy claro que el motivo de la muerte de su hermana sea voluntario.



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