Fernando Gallego Guillén. Nació en Barcelona el día 22 de noviembre de 1932, en aquella incipiente España republicana que ponía en marcha el servicio de la “Guardia Civil de carreteras”, que montada a caballo velaba por la tranquilidad en los caminos, ante la inseguridad en los mismos y el aumento de los automóviles.
Pronto
recabó en Madrid y con siete años, tras ver “Horizontes Perdidos”, de
la mano de su tío se hace un espectador asiduo del cine y del teatro, lo
que le genera la suficiente curiosidad para desarrollar la afición, y
sin ningún antecedente artístico en su familia, debutar a los catorce
años como comparsa en “El Tenorio”.
Pero
no es en esa dirección en la que dará sus primeros pasos, parece que la
dirección cinematográfica es lo que más le apetece, y por ello intenta
matricularse en IIEC (Instituto de Investigación y Experiencias
Cinematográficas), frustrando sus aspiraciones un par de fallos en la
prueba de Historia del Cine, y una desacertada crítica de la película
“La dama de Shangay”, que el mismo había elegido.
Malogrado
el ingreso tras el pesaroso traspiés, encamina sus pasos hacia la
Declamación, de lo que se matricula en una academia, abandonando por
ello la carrera de Derecho en el cuarto año que cursaba.
En
esta facultad había adquirido amplios conocimientos con el TEU (Teatro
Español Universitario), mucho más desde que interviene en “El caballero
de Olmedo” y pasa al grupo de Teatro Popular Universitario a cargo de
Gustavo Pérez Puig, para formar parte del elenco en “Tres sombreros de
copa” de Mihura y “Escuadra hacia la muerte” de Sastre. Un año después,
1952, se profesionalizaba y debutaba en el Teatro Infanta Beatriz, no
tardando en pasar a formar parte de prestigiosas compañías como la de
Tina Gascó, Fernando Fernán-Gómez o Conchita Montes.
Es
a partir de 1956 cuando se incrementa considerablemente su prestigio
profesional al integrarse a la compañía de Tamayo supliendo a Julio
Núñez por unas desavenencias económicas, que él mismo cuenta en el libro
“Fernando Guillen, un actor de hoy” de César Oliva y Jesús García de
Dueñas, y que con el paso del tiempo parecen ridículas. Cuenta que Julio
pretendía cobrar 200 pesetas día y Tamayo solo estaba dispuesto a darle
175, pero esa minucia suponía 750 pesetas mensuales, a mitad de la
década de los cincuenta, era el sueldo de un trabajador sin cualificar
en Madrid, y daban para alejar algunas incertidumbres de la profesión.
Su
incorporación a la televisión data de 1957 en el Paseo de la Habana,
siendo su primer trabajo el cuento de Willians Irish, “Pesadilla”, con
Valeriano Andrés y Fernando Delgado. A partir de ese momento se prodiga
en los espacios dramáticos de TV “Fila cero” y posterior “Estudio 1” que
se hacen en los estudios Sevilla Films, dándole gran popularidad el
personaje ciego que acompañaba Nuria Torray en “Marianela” de Pérez
Galdós, dirigida por Juan Guerrero Zamora. Obras que se hacían en
directo hasta 1963, cuando algún adelantado empezó a hablar de un
invento norteamericano llamado “video”. Un suplicio para los técnicos ya
que aquel molesto soporte estaba dividido en tres partes, y solo el
grabador pesaba 45 kilos. Cosa que cuatro años más tarde arreglarían los
japoneses de la “Sony” revolucionando el mercado y las cadenas de
televisión, aunque siguiendo con nuestra característica miopía
tecnológica se empezó a extender el rumor de que producía cáncer por tan
malignas radiaciones…
Compagina
cada vez más televisión y cine en detrimento del teatro, que en algún
momento piensa abandonar definitivamente por el malestar que le provoca.
Opinión que se afianza cuando huyendo de una gala de los TP se cruza
con el jefe de programas dramáticos de TVE que le ofrece el protagonista
de “La saga de los Ríus” por su procedencia catalana, que tras una leve
oposición de protocolo artístico termina aceptando, y así regresa a
Barcelona para hacer el papel del Viudo Ríus durante diez meses, que le
dará popularidad y reconocimiento universal.
En
cine después de unos comienzos tibios y discontinuos, desde el año 54
hace todo tipo de trabajos, hasta que en 1983 Pedro Costa lo llama para
hacer uno de los papeles protagonistas del “El caso Almería”, aunque el
espaldarazo artístico se lo dará Pedro Almodóvar en primera instancia
cuando lo llama para hacer “La ley del deseo”, y definitivamente para
ser el alma de “Mujeres al borde de un ataque de nervios”.
Difícil
separar su trayectoria en aquellos momentos de la actriz catalana Gemma
Cuervo, que ejemplarizaban junto a otras parejas de jóvenes cómicos la
cara amable del panorama artístico español, llenando portadas de
revistas y espacios televisivos de consentido contenido.
Con
ella se casó en 1960 y tuvo tres hijos; Fernando y Cayetana que
siguieron sus pasos, y Natalia que no lo hizo. Y con ella formó compañía
que perduró hasta los turbulentos años con la segunda huelga de actores
por la función única y otras reivindicaciones sociales y laborales más
acordes con los tiempos.
De
su lista de méritos reconocidos destacar el Premio Nacional de Teatro
del año 72, el de la Generalitat de Cataluña por “La puñalada” en 1990, y
el Goya y el Fotogramas de Plata en 1991 por “D. Juan en los
infiernos”. Recibiendo de manos de los Reyes de España en 1997 la
“Medalla de Oro de las Bellas Artes” en los Reales Alcázares de Sevilla.
En
2007 hizo el anuncio su adiós a los escenarios teatros con un alusiva
obra de Louis Aragón; “El vals del adiós”, recibiendo a continuación una
serie de reiterativos galardones de los que quizá se deberían
cuestionar su conveniencia y su provecho.
Poco
hizo después más que unos pocos papeles testimoniales empeñados en
desdibujar aquella imagen nítida que se obstina en prevalecer.
Falleció
en Madrid el jueves 17 de enero de 2013, en el Hospital de San
Chinarro, y en el Tanatorio de Tres Cantos lo despidió su familia y la
profesión.
Algunos de sus trabajos cinematográficos:
“Un
día perdido” (José María Forqué 1954) es su primera intervención en la
pantalla. Recuerda de ella que trabajó tan solo una jornada en un gélido
día en la Estación del Mediodía, junto a tres monjas guapísimas que
venían de Francia camino de las misiones africanas, y por un error
divino en vez de encontrar al enviado del convento, encuentran un bebe
abandonado y un taxista caritativo. Las monjas las encarnaban Ana
Mariscal, Elvira Quintillá y María Dulce, la portuguesa con experiencia
tras rodar “El milagro de Fátima”. El taxista Paco está representado
extraordinariamente por Pepe Isbert.
En
“Las de Caín” (Antonio Momplet 1959) es Tomás, opositor perpetuo a todo
tipo de convocatorias que pasa las noches golfeando para no tener que
volver al pueblo, y las tardes en casa de los Caín entreteniendo a su
hija Amalia, hablando en código morse para que no se entere la madre.
Pero
una noche de desvarío decide decirle con palabras lo que le dice con
los golpecitos y trepa hasta su balcón. Momento que aprovecha la familia
para cogerlo “infraganti” y ofrecerle por el desagravio la boda o el
duelo, y aunque se pretende lo primero, no logra evitar lo segundo,
teniendo que lavar la ofensa Alfredo (Juanjo Menéndez), el novio formal
de la hermana mayor (Mari Luz Galicia), y aunque hay acuerdo para cargar
las pistolas con salvas, la torpeza del tío Cayetano (Santiago Rivero)
hará que le metan balas reforzadas. Afortunadamente la del uno romperá
un botijo, y la del otro le arrancará el sombrero al guardabosques que
los perseguirá a pedradas. Así que visto lo visto, la boda parece la
solución menos traumática.
“El
mundo sigue” (Fernando Fernán-Gómez 1963) es su primer trabajo de la
segunda etapa tras un parón cinematográfico de seis años, y el director
cree conveniente contratar al matrimonio para simultanear el rodaje con
las representaciones de “El pensamiento” de Andreiev.
En
ella da vida a Rafa, el novio de Luisa (Gemma Cuervo), “ligera”
dependienta que tras confesarle que va a tener un hijo suyo, le dice que
tiene que pensar en su futuro posiblemente alentada por su indecorosa
relación que mantiene con su jefe, y sus previsiones de salir de las
calamidades en las que vive con su familia en el barrio de Chueca.
En
“Vente a Alemania, Pepe” (Pedro Lazaga 1970) es Miguel Mora, el maño
que pasea su nostalgia por las calles alemanas junto a su mujer (Gemma
Cuervo), con la que ha salido del pueblo en busca de fortuna para montar
una gasolinera que el inoportuno embarazo frustra.
En
“Los últimos golpes del Torete” (Juan Antonio de la Loma 1980) es el
policía que lo persigue a tiros por las calles de Barcelona, donde no
quiso ser doblado en las escenas de riesgo, por lo que bien atado con
arneses al asiento y a 120 por hora, con permiso municipal por la calle
Muntaner arrancaron la puerta a un coche particular de un incauto
ciudadano que intentaba bajar de su vehículo ajeno al rodaje.
En
“El caso Almería” (Pedro Costa 1983), cuando está acabando las
representaciones en Barcelona de “Yo me bajo en la próxima ¿y usted?”
junto a Rosa María Sarda, el periodista de sucesos Pedro Costa Musté le
ofrece esta película de “serie B” y bajo presupuesto, por la que cobra
400.000 pesetas, mientras Agustín González lo hace por 1.000.000 por el
trabajo principal. Datos que se ofrecen para que puedan establecer la
comparación y la evolución de la industria.
En
ella da vida al Teniente Coronel González Alarcón, el guardia civil
responsable del puesto de mando almeriense que considera el cargo como
un castigo, por eso cuando se produce la detención de los chicos se
ensaña con ellos en los interrogatorios, estando presente en sus
asesinatos.
Culpabilizado
en el juicio como máximo responsable de los mismos, es internado en un
psiquiátrico con un “delirium tremens” provocado por un alcoholismo
severo.
Historia
basada en un hecho verídico que acabó con la vida de tres jóvenes que
viajaban desde Cantabria a Almería para asistir a la “Primera comunión”
de un familiar de uno de ellos, siendo estúpidamente confundidos con
etarras cuando por avería tuvieron que sustituir el coche por uno de
alquiler, y un ignorante supuso que aquella matrícula de Cantabria era
del País Vasco.
En
“Memorias del General Escobar” (José Luis Madrid 1984) es el General
Goded, el militar golpista que en julio de 1936 se levantó en armas
contra el gobierno legítimo republicano, desplazándose desde las Islas
Baleares para ponerse al mando de los insurrectos en Cataluña con la
pretensión de rendir la ciudad de Barcelona, por lo que llama al General
Aranguren (Luis Prendes) para amenazarlo con el fusilamiento si no se
suma al levantamiento. Aunque no logra y el fiel guardia civil manda al
Coronel Escobar (Antonio Ferrandis) a arrestarlo en el Convento de los
Padres Mercedarios, siendo fusilado poco después gritando ¡Viva España!
Manuel
Goded Llopis fue militar de infantería ascendido al generalato en 1926
tras la campaña de África, y participó en todas las intentonas golpistas
contra la República, a cuya proclamación, Manuel Azaña lo mando a
Baleares posiblemente pensando en aislarlo del resto de declarados
golpistas.
Como
cuenta la película se subleva en Mallorca sin resistencia prácticamente
e intenta hacer lo mismo en Barcelona trasladándose en hidroavión, y
tras destituir y detener al General Llano de la Encomienda se proclama
responsable de los sublevados. Pero la Guardia Civil se pone de lado de
la legalidad y del presidente Companys abortando el golpe en primera
instancia, por lo que Goded sitiado por los anarquistas pide ser
detenido por la “Benemérita”, que tras detenerlo lo lleva al buque
Uruguay. El 11 de agosto de 1936 fue juzgado en consejo de guerra y al
amanecer del día siguiente fusilado en los fosos del castillo de
Montjuic.
“La
ley del deseo” (Pedro Almodóvar 1987) es una película que tiene que
rechazar con todo el dolor de su corazón por compromisos adquiridos,
pero el realizador manchego lo espera dos meses hasta que acabe para
trabajar con él y con su hijo. La primera vez que lo hace con ambos,
aunque con “Fernandino” trabajó brevemente cuando hacía su papel niño en
“La saga de los Ríus”.
En
ella da vida al inspector de policía que a dos meses de su jubilación
le encargan resolver el asesinato de Juan Bermúdez (Micky Molina). La
investigación, junto a su hijo (Fernando Guillén Cuervo) y antitesis, lo
llevará al apartamento de Pablo Quintero (Eusebio Poncela), donde
aprovecha para esnifarse su cocaína y mirar lascivamente las fotos de
las mujeres que guarda en sus cajones.
Es
de quien sospecha cuando encuentra cartas mecanografiadas entre éste y
el finado, pero cuando intentan interrogarlo un accidente de coche le
priva de la memoria, por lo que junto a su vástago se instala en la sala
de espera del hospital esperando la recuperación.
Es
la primera película de Almodóvar con sello propio y alusiva al título:
“El Deseo S. A.”, tras hacer el año anterior “Matador” y romper con su
anterior productor. Una historia atrevida que mucho nos recuerda en la
forma de desenlazarla a la que hizo diez años después con el título de
“Carne trémula”.
Cuenta
ésta la historia de Pablo Quintero (Eusebio Poncela), un conocido
director de cine enamorado de Juan Bermúdez, que no puede corresponderle
a pesar de demostrarle su afecto incondicional.
Con
la llegada del verano Juan marchará a Tarifa para trabajar en un
chiringuito durante la temporada, momento en que aparecerá en la vida de
Pablo un hombre guapo llamado Juan Benítez (Antonio Banderas), al que
desea aunque no ama pero que poco a poco se va instalando en su vida.
Pero
lo que parece una casualidad no es más que un plan perfectamente
trazado de antemano que lo lleva a compartir todos sus secretos,
incluido su amor por Juan, al que en un arrebato de celos va a buscar en
la noche aprovechando una visita a Jerez con su madre (Helga Line), y
llevándolo junto al faro que describe en las cartas que envía, lo tirará
por el acantilado.
Las
sospechas recaen en Pablo cuando al día siguiente aparece en el pueblo
como tenía concertado, descubriendo cuando visita a Antonio que es él
quien lo ha matado, sin poder culpabilizarlo cuando le confiesa que ha
sido por lo mucho que lo quiere.
Con
la cabeza confusa inicia el viaje de vuelta a Madrid, pero una
distracción le lleva al accidente y a la pérdida de memoria, momento en
que Antonio, intentando estar cerca enamora a su hermana Tina (Carmen
Maura), una mujer desestructurada que siendo “niño”, consintió cambiar
de sexo para mantener incestuosas relaciones con su padre, que tras
abandonarla fue a caer en manos de su director espiritual (Germán Cobos)
que también la abandonó poco después.
Tras
recuperar la memoria y entender la situación, teme por la vida de su
hermana, pero Antonio se da cuenta y la retiene exigiendo la presencia
de Pablo para liberarla. Tras encerrarse con él en el piso pide una hora
a la policía que cerca el edificio, la hora que necesita para hacer el
amor por última vez entre boleros de “Los Panchos” y lamentos de Chabela
Vargas. Después se pegará un tiro consciente de que es imposible luchar
contra la ley del deseo.
“Mujeres
al borde de un ataque de nervios” (Pedro Almodóvar 1987) se le ocurre
al director manchego durante el rodaje de “La ley del deseo”; una
historia de mujeres donde Fernando Guillén solo iba a ser una voz
cautivadora que las enamoraba a través de la radio, pero después las
improvisaciones y las nuevas ideas le dieron un protagonismo inesperado.
En
ella da vida a Iván, doblador cinematográfico y marido de Lucía
(Julieta Serrano), que lo persigue a tiros montada en una motocicleta
desquiciada por sus continuos engaños posibilitados por su acariciadora
voz. Primero con Pepa (Carmen Maura) y después con Paulina (Kiti
Manver), aunque en su ánimo solo haya lugar para su egocéntrica faceta
de seductor.
En
“Demasiado viejo para morir joven” (Isabel Coixet 1988) hace un
decadente homosexual, propietario de una empresa de mensajería que se
cepillaba a los motoristas que contrataba para el reparto, entre ellos
al joven “Equis” (Gerardo Arenas), con el que da un repaso a la
Barcelona nocturna en compañía de su amiga “Evax” (Emma Suárez), el
taxista “Taxi”, y una amiga alcohólica de nombre Amalia (Carmen Elías).
No
se tuvo que devanar mucho la cabeza la jovencita Isabel Coixet para
poner el nombre a tan marginales personajes, que con sus 24 añitos
acomete en esta ópera prima saliendo del mundo de la publicidad.
Aunque éste primer trabajo no diera el resultado apetecido, obviamente el tiempo la ha recompensado.
En
“Acción Mutante” (Alex de la Iglesia 1992), en un durísimo rodaje de
interminables jornadas en los desiertos de Las Bárdenas que simulaba el
planeta buscado, es el industrial Sr. Orujo, fabricante de panecillos
integrales que lo han hecho famoso y multimillonario, por lo que tras
salir de la cárcel Ramón Yarritu (Antonio Resines), decide junto a su
banda raptar a su hija Patricia (Frederique Feder) en el día de su boda.
Futurista
mensaje que estaba a la vuelta de la esquina, ya que la acción se
situaba en el año 2012, y mostraba a una banda de disminuidos físicos
marginados que habitaban el planeta “Axturias”. Una panda de “frikis”
que ahora tendrían un lugar garantizado como “colaboradores” en
cualquiera de las tertulias televisivas.
En
“Tres palabras” (Antonio Giménez Rico 1993) es Alfredo Puente, el
realizador cinematográfico que una noche de los años 50 conoció a la
cantante de boleros María Galván (Maribel Verdú) en una sala de fiestas
madrileña, donde se enamoró de ella y la esperó a la salida para tomar
una copa, y ella le correspondió permitiendo que la acompañara hasta el
norte de España donde continuaba su gira. En el pueblo de Arlanza se
averió el “Gordini” y tuvieron que pasar la noche juntos, surgiendo así
una relación de encuentros y desencuentros que terminó cuando la mujer
marchó a México dejando una carta poco esclarecedora.
Sabe
que con el tiempo volvió a España y se casó en Sevilla, y ahora en los
años 90 acude a su entierro resentido pero igualmente enamorado. Allí
encuentra su rostro de nuevo en su hija Lupe (Maribel Verdú), a la que
propone cantar un bolero en su película para terminar haciéndola la
protagonista. Lo que acepta la cantante indagando en su pasado por si
pudiera ser su padre.
Cuestión
que queda aclarada porque después de su marcha, tan solo una vez
intercambiaron una saludo en el festival de San Sebastián, que quedó
recogido en la cámara de un reportero e indujo a la sospecha por la
frase escrita al dorso: “Para que no olvides la primera vez que me viste
llorar”.
Aclarado
el entuerto el realizador continúa en la hija la historia de amor
vivida con la madre, hasta que ésta se da cuenta que la película que
está rodando no es un producto de la ficción sino la propia historia de
amor vivida entre su madre y él, negándose a seguir cuando la lleva
frente a la misma ermita donde ellos hicieron el amor por primera vez, a
lo que la joven se niega y decide abandonarlo alejándose del coche,
recibiendo un tiro en la espalda del hombre que no está dispuesto a
permitir que la historia se repita.
Pero
el disparo no es más que el punto y final de la historia filmada,
porque ellos se han reconciliado conscientes de que la suya es una
historia diferente.
Hace el papel del Alfredo joven de los años 50 su propio hijo, Fernando Guillén Cuervo.
En
“La herida luminosa” (José Luis Garci 1997) es el protagonista
absoluto, que propone al director que le de un pequeño papel a su hija
Cayetana, a la que éste no conoce y sin hacerle ninguna prueba le
adjudica el de Sor María. Poco después director y actriz eran pareja
sentimental, recordando Fernando que en ella rodó una de las escenas más
duras de su carrera; la muerte ficticia de su hija en sus brazos.
Basada
en la obra de teatro homónima de José María Segarra, donde el
realizador cree conveniente quitar hierro y dulcificar la historia, da
vida al Doctor Molinos, prestigioso cardiólogo en crisis matrimonial con
Isabel (Mercedes Sampietro).
Habitantes
de una pequeña capital de provincia a principios de los 50 donde se
enamora de Julia (Beatriz Santana), una joven colega que ante la
negación de su mujer a la separación lo lleva a su asesinato, lo que
será fácil de encubrir gracias a su condición profesional.
En
“El abuelo” (José Luis Garci 1998) es el Sr. Monedero, el alcalde de
Jerusa, insaciable fabricante de fideos que suplica y exige a la Condesa
de Albrit (Cayetana Guillén) prebendas para el pueblo, de las que de
paso se lucra junto al resto de las fuerzas vivas locales; un cura
glotón (Paco Algora), un médico desagradecido (Juan Calot), y el casposo
administrador de la condesa (Agustín González), que en ostentosas cenas
debaten el futuro del pueblo entre la mezquindad y la adulación.
En
“Todo sobre mi madre” (Pedro Almodóvar 1999), es el impertérrito actor
que hace de médico en la obra de Tenesse Willians “Un tranvía llamado
deseo”, levantando del suelo y consolando a Blanch (Marisa Paredes),
sumida en la locura por abandono. También Blanch sufrirá en la realidad
como Huma Rojo, el abandono que se produce en la ficción, pero por parte
de Nina (Candela Peña), su secretaria drogadicta con la que mantiene
una relación homosexual.
En
“Sangre de mayo” (José Luis Garci 2008) es el gorrón que con más
frecuencia de la deseada aparece por casa de Mauro Requejo (Miguel
Rellán) a la hora de la cena, con la excusa de traer importantísimas
noticias de tabernas y mentideros. Cosa que no inquieta lo más mínimo al
avariento comerciante, que pospone la cena y lo invita a rezar el
rosario junto a su hermana Restituta (Tina Sainz) y el resto de sus
mancebos. Por lo que ante la falta de expectativa marcha apresuradamente
con la intención de llegar a tiempo a vecino más generoso.
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