Por María Castejón Leorza*.
Existe un género cinematográfico de mujeres, cuyo valor es crear referentes de feminidad no normativa. Pero ese adjetivo también implica riesgos, como marcar una diferencia creativa que lo discrimine, alimentar prejuicios peyorativos y reforzar estereotipos como el de la mujer víctima. Emplear un punto de vista feminista permite crear imaginarios antipatriarcales, ampliar temáticas y proponer nuevos modelos.
Cualquier mujer que se
dedique a la creación artística debe escuchar tarde o temprano preguntas referidas
a su sexo: ¿por ser mujer diriges de determinada manera?, ¿tu trabajo se
inscribe dentro del cine de mujeres?, ¿existe una mirada femenina
específica, una forma de narrar diferente? Hay cierta curiosidad y un buen
número de estereotipos de género asumidos ya que nunca se les va a hacer ese
tipo de preguntas a los directores. Por otra parte, es cierto que estas
cuestiones son lógicas ya que todavía son una minoría de mujeres las que
consiguen llegar a ser directoras[1].
El cine, creador de
imaginarios
Apuntaba ya Betty Friedan en
la década de los 60 en su Mística de la feminidad[2] la influencia de las revistas
femeninas en de la construcción de la imagen social de las mujeres. Sus
aportaciones a la teoría de la creación de imaginarios y del orden simbólico
son uno de los aspectos más sugerentes de su archiconocida obra.
Friedan efectuó el análisis
del cambio de representación de la imagen en las heroínas de la década de los
30 a los 50. Las protagonistas de las revistas femeninas de los 30 conformaban
“las Nuevas Mujeres, que creaban con alegre espíritu una nueva identidad
para las mujeres, una vida propia”[3]. Eran aviadoras, geólogas o publicistas.
Profesionales, aventureras, autónomas y atractivas, con importantes misiones,
objetivos y proyectos. Estas valientes y arriesgadas mujeres no dependían de
los hombres. Es más, cuando se encontraban con alguno, siempre en el ámbito
público –en sus trabajos o en sus intrépidos viajes- no significaba un
conflicto de intereses; se suponía que si el hombre las quería de verdad, si el
amor era verdadero, respetaría su independencia. Si no, no era el adecuado.
En los 50 la imagen de
personajes independientes, fuertes y poderosos, se sustituye por una nueva
imagen de ama de casa dependiente, infantilizada y temerosa. Su misión será
cuidar de su prole en el confortable hogar norteamericano de las afueras de las
ciudades. Estas nuevas y modernas amas de casa estaban todas casadas, dependían
de los hombres y del ideal del amor romántico. Friedan relaciona estas
transformaciones en la representación de modelos con el hecho de que en la
década de los 50 las revistas ya no estuvieran dirigidas por mujeres sino por
hombres[4].
Del análisis de Friedan se
desprenden dos conclusiones. La primera es la evidencia del peso de los medios
de comunicación en la creación de significados. Los medios de comunicación de
masas reflejan la realidad, pero al mismo tiempo influyen en ella porque tienen
poder para construirla. Como trasmisores de ideología que son, las revistas, la
televisión y el cine -actualmente la Web 2.0- influyen en la creación de
imaginarios y pueden legitimar discursos políticos e ideológicos. Construir
modelos de mujeres cercanos a roles de sumisión o de mujeres objeto, es un
ejemplo claro de cómo los medios crean discursos que perpetúan la desigualdad
estructural de género.
La ausencia de las mujeres
en los procesos de creación cultural puede implicar la distorsión de su imagen,
por lo que la segunda conclusión se refiere a la importancia que tiene que las
mujeres construyan retratos sobre sí mismas. Es determinista pensar que es
necesario ser mujer para construir modelos de mujeres positivos en el cine
alejados de roles sexistas. Directores como George Cukor, Howard Haws, Joseph
L. Mankiewicz, Ernst Lubistich, Michelangelo Antonionioni, o Miguel Albadalejo[5] han sido capaces de retratar mujeres que
se alejan de los estereotipos dicotómicos de “la santa” y “la puta”. Han creado
personajes femeninos que ostentan el protagonismo de las historias, que son
fuertes, independientes, valientes y decididos.
Pero, igualmente es cierto
que la presencia de directoras -si ellas lo desean- permite fisuras y rupturas
y la posibilidad de la creación de imaginarios diferentes y alternativos.
Únicamente a partir de su trabajo se han tratado diversos temas que afectan a
las mujeres: la lucha por la construcción y redefinición de identidades, la
maternidad y la denuncia de la falta de derechos humanos básicos por citar solo
alguno de ellos.
La transformación de los
imaginarios es compleja. La dificultad estriba en que el orden simbólico
patriarcal y el imaginario que de él se deriva no se transforman con el escaso
número de directores que construyen modelos de mujeres positivos y con las
nuevas representaciones que crean las directoras. La nómina de directoras
reconocidas por el gran público es ínfima en comparación a los directores, y
las que lo son, lo son en gran medida o por su edad y trayectoria consolidada o
por realizar un cine alejado del cine de mujeres.
Cine de mujeres:
protagonismo, temáticas y público femenino. Riesgos y estereotipos
Existen diferentes
definiciones sobre qué es el cine de mujeres. A continuación se citan
las más interesantes y representativas. La crítica feminista Anette Kuhn fue
una de las primeras en definir el cine de mujeres. Para poder hablar de nuevo
cine de mujeres se deben de dar al menos dos requisitos: que los
protagonistas del film sean mujeres y que estas mujeres sean “tratadas con
simpatía”[6].
Precisamente, según los parámetros de Kuhn -protagonismo y simpatía- un buen número
de películas dirigidas por directores pueden ser consideradas como cine de
mujeres.
Para María Camí-Vela, las
temáticas definen el cine de mujeres. Las cineastas se decantan por un
cine de personajes, intimista y de auto-búsqueda. Es un cine interesado en las
relaciones de pareja o amistad y en temas sociales[7].
Marta Solá y Anna Selva
definen el cine de mujeres como las nuevas visiones que amplían el
repertorio temático y las aportaciones particulares referidas a la
experimentación e innovación[8]. La principal aportación de las cineastas
es la representación en el cine del deseo femenino.
Para José Luis Sánchez
Noriega, corresponden al cine de mujeres las películas que “abordan
temáticas relacionadas con la mujer o desde una perspectiva feminista, no se
trata necesariamente de filmes dirigidos por mujeres sino, sobre todo, con
personajes protagonistas que sean representativos del ser y el hacer de la
mujer en un ámbito concreto”[9].
Mireia Bofill, afirma que “el
cine de mujeres nos dice algo sobre nosotras mismas (…) nos ofrece un abanico
de significados que nos ayudan a pensarnos como mujer, si estamos dispuestas a
dialogar con ellos”[10].
Según Marina Díaz y Josetxo
Cerdán el género cinematográfico -melodrama y comedia- y la domesticidad son
los dos factores que determinan el cine de mujeres[11]. Las cineastas se mueven en los géneros
cinematográficos ya existentes, pero crean nuevos espacios que permiten
transformaciones en la representación.
Por tanto, queda pues fuera
de duda la existencia del cine de mujeres. No sólo existe, es además un
género cinematográfico como lo son el melodrama, el western o el thriller. Sus
características definitorias son tres: estar protagonizado por personajes
femeninos, tratar temáticas que afecten a las mujeres, y estar dirigido a un
público femenino.
Protagonismo
El cine de mujeres es
un cine donde los personajes femeninos son protagonistas. Mujeres de todas las
edades, procedencias, razas, etnias y clases sociales inundan las pantallas. La
conquista del protagonismo, hasta el momento reservado a los personajes masculinos
tiene importantes consecuencias. Es el punto de partida de la ruptura del orden
simbólico patriarcal. Visibiliza a las mujeres. Los personajes femeninos dejan
de ser personajes secundarios, meros resortes dramáticos. Como ya se ha
apuntado dejan de representarse a través de estereotipos dicotómicos de “la
santa” o la “puta”[12].
Esta
emergencia socava desde la base el orden simbólico patriarcal que oculta y
distorsiona. Implica que se vean en las pantallas situaciones, temáticas,
vivencias, problemas que afectan a las mujeres y que habían estado escondidas.
Muchas de estas cuestiones pertenecen al ámbito privado. Mostrar problemáticas
privadas equivale a aplicar la máxima feminista de los 70: lo
personal es político. Se dinamita la idea de que lo que ocurre en el
espacio doméstico son problemas personales y no sociales y políticos. No solo
se pone el foco en las problemáticas sino que se revelan los sueños y las
aspiraciones de los personajes femeninos.
El protagonismo permite
crear procesos de identificación con una nueva genealogía de personajes
femeninos, que nutren el imaginario sociocultural y posibilita la
empatía con los mismos.
Temáticas
En el cine de mujeres
los temas se centran en búsqueda de la identidad, problemas de pareja, trabajo,
maternidad, o violaciones de los derechos humanos básicos. Las nuevas temáticas
son diversas, pero todas ellas coinciden en analizar a las mujeres y sus
relaciones con su entorno, tanto personal como social, cultural y político.
La búsqueda de la identidad
femenina es un tema tan recurrente como lógico. Ante la ausencia de modelos de
mujeres reales y positivos, existe la necesidad de crear referentes. El
personaje femenino que emprende un viaje –real o vital, o ambos- para buscar
quién es fuera de los dictados patriarcales es un clásico del cine de
mujeres.
En estas búsquedas no es
extraño mostrar situaciones de profunda crisis de identidad vital que sufren
algunas mujeres en momentos determinados de su vida. Estas crisis pueden surgir
por diversos motivos; vacío existencial, mística de la feminidad, problemas de
pareja, maternidad, pero destaca la capacidad de los personajes por superarlas.
Son encrucijadas que construyen una genealogía de heroínas cotidianas.
Otros temas abordados son
las relaciones de pareja, las relaciones familiares y las relaciones de
amistad. Relegados como han estado del desarrollo de las narrativas del punto
de vista masculino, el cine de mujeres fija su atención en las
relaciones personales de los personajes femeninos. Destaca el interés por
mostrar la amistad entre las mujeres. La misoginia entre mujeres y fomentar la
enemistad femenina a través de la envidia y de la competitividad es un recurso
narrativo frecuente del orden simbólico patriarcal. La relación de amistad
entre mujeres, su importancia, su fuerza, su viabilidad como estrategia de
supervivencia es una de las importantes aportaciones de este cine.
Una temática más es la
denuncia de violaciones, ausencias o inexistencias de los derechos humanos
básicos de las mujeres. La situación de inferioridad y desigualdad estructural
que sufren las mujeres en todos lo lugares del planeta hace que sus derechos
humanos más básicos sean vulnerados y que sea necesario reivindicarlos.
Público
Detrás del concepto de cine
de mujeres existe una clara operación de marketing. Los productores y
distribuidores etiquetan rápidamente un tipo de cine dirigido a un público muy
determinado. De igual modo que el cine de adolescentes o el cine de gais, el cine
de mujeres tiene un público determinado, las propias mujeres.
El cine de mujeres
está dirigido pues a un público femenino. Los hombres no acuden a ver películas
de mujeres; al menos de igual manera que las mujeres acuden a ver todo tipo de
cine[13]. El protagonismo, las temáticas y el
punto de vista cotidiano lo hacen susceptible de dirigirse a las espectadoras,
por otra parte deseosas de ver películas que hablen sobre ellas.
El cine de mujeres:
riesgos y creación de estereotipos
El cine de mujeres
conlleva implícitamente un matiz peyorativo. Definir un producto cultural como
“de mujeres” supone automáticamente desprestigiarlo porque lo aleja del cine
mayoritario, del canon, que por supuesto es masculino. Implica diferenciar la
creación masculina de la femenina, y en una sociedad desigual en sus
estructuras, esta diferencia discrimina a las mujeres.
Su propia existencia indica
esta discriminación. Nunca ha existido el término cine de hombres,
porque el cine de hombres es el cine universal; el que tiene un punto de
vista y un marcado protagonismo masculino. No es necesaria la diferencia.
Por eso resulta tan lógico
que las pocas mujeres que llegan a dirigir películas huyan despavoridas de
términos como el cine de mujeres, que resta valor a su trabajo de cara a
la sociedad. Este handicap pesa sobre sus cabezas igual que el techo de
cristal. Cuando las mujeres hacen cine, parece que obligatoriamente tiene que
hablar de ellas mismas. Cuando los hombres dirigen, hablan de la humanidad,
incluso de las mujeres. Además estarán más valorados si construyen personajes
femeninos acordes con la realidad de las mujeres.
El cine de mujeres
tiene un escaso impacto en el imaginario colectivo. Es un cine que pocas veces
trasciende el público femenino. Por tanto, su alcance es limitado. Nos guste
más o menos, nos parezca mejor o peor, el impacto en el imaginario de
personajes femeninos como por ejemplo la heroína vengativa y sangrienta de Kill
Bill (Estados Unidos, 2003, 2004) de Quentin Tarantino es mayor que el de
las heroínas cotidianas de Mataharis (España, 2008) de Icíar Bollaín.
Existen una serie de
estereotipos que fomenta el cine de mujeres. Trata diversos temas, pero
lo hace desde la cotidianidad. Este punto de vista, condena a los personajes
femeninos a universos cotidianos. Si bien estos personajes han trascendido el
ámbito de la domesticidad, y transitan en los espacios públicos y
privados/domésticos, sus conflictos, vivencias y aspiraciones se adscriben al
devenir diario, lejos todavía de la riqueza de registros de los personajes
masculinos.
Otro riesgo es el de
representar a las mujeres mayoritariamente como víctimas. La propia realidad
vital, social, económica, cultural, religiosa y política de las mujeres hace
que su situación en el mundo sea de víctima de desigualdades y de violaciones
de sus derechos. Resulta complicado no reflejar estas realidades, pero centrar
las representaciones en este aspecto, como se observará en el siguiente
apartado, puede llegar a reforzar la misma realidad que se pretende denunciar.
Otro concepto habitual
cuando se habla de directoras el es de mirada femenina. Mucho se ha
hablado de ella. Incluso las directoras españolas que iniciaron sus carreras
entre las década de los 80 y 90 tan reticentes a aceptar cualquier término que
se asociara con el de cine de mujeres, han aceptado la existencia de una
mirada femenina.
No compensa el estéril
debate sobre si las mujeres por ser mujeres tienen una forma determinada de
narrar. Las mujeres tienen una posición determinada en el mundo. No es lo mismo
ser mujer que hombre, del mismo modo que no es lo mismo ser una mujer joven y
blanca en España; que una mujer mayor y negra en Nueva York; que una lesbiana
precaria en Australia; que una indígena en Argentina. El género es una de las
señas de identidad más poderosa, la que más define, la que más marca, la que
más diferencia y subordina, pero también lo son la raza, la clase o la opción
sexual.
Con el término de la mirada
ocurre lo mismo que con el de cine de mujeres. Se habla de la mirada de
la mujer como si fuera una mirada única y estuvieran filmadas desde el mismo
punto de vista ‘Función de noche’ de Josefina Molina (España, 1981) o ‘En
tierra hostil’ (Estados Unidos, 2009) de Katryn Bigelow por poner dos ejemplos
extremos. La mirada femenina en el cine se ha identificado con una
mirada muy determinada que tiene mucho que ver con todo lo mencionado en el
epígrafe de cine de mujeres. Películas intensas, comprometidas, que
aporten, narradas desde el punto de vista de la cotidianidad.
Asumir y aceptar el término mirada
femenina, resta relevancia al trabajo de las cineastas. La que mira
únicamente observa. Mejor reivindicamos entonces el término punto de vista
de género. La razón es que el punto de vista va más allá de mirar, de
observar.
El concepto de punto de
vista[15] tiene que ver con desde dónde se mira,
quién mira, quién es mirado y cómo. Es un concepto mucho más hegemónico que el
de mirada. El punto de vista marca las reglas del juego de la representación.
Se habla de con qué códigos se apela a la audiencia de masas, y qué tipo de
relación se establece entre el mensaje enviado y la audiencia. Crea los
referentes de los imaginarios que a su vez originan los códigos para
descodificar estos imaginarios. Establece estereotipos de todo tipo, entre
ellos los de género.
El punto de vista impone y
legitima. Crea discurso y formas de entender el mundo. Naturaliza, normaliza,
normativiza. Un ejemplo claro puede ilustrar este punto: las mujeres no son
únicamente víctimas pero, si el punto de vista hegemónico las muestra
continuamente así, esta imagen –mayoritaria- se naturaliza, y es la que cala en
el imaginario.
El punto de vista en el cine
es masculino. Es hegemónico y patriarcal y naturaliza la desigualdad.
Desarrolla personajes masculinos de todo tipo. Héroes, antihéroes, villanos…
Estos estereotipos y arquetipos se desarrollan, evolucionan, incluso mutan.
Actualmente los héroes son humanos, sensibles… y el punto de vista de los
personajes masculinos es muy rico y creativo. No ocurre lo mismo con los
personajes femeninos, que no tienen tantos matices a pesar de las transformaciones
y evoluciones de las mujeres en la sociedad.
El punto de vista de
género en el cine es un concepto que
reivindica la posibilidad de crear discursos y formas de entender el mundo,
alejadas del punto de vista patriarcal. Implica romper con estereotipos que
subordinan (cuidadoras, madres exclusivas, mujeres objeto). Asimismo, equivale
a construir nuevos modelos, que no sólo denuncien o visibilicen personajes
femeninos en conflicto consigo mismas o con el mundo; o mujeres en universos
cotidianos o domésticos; o mujeres víctimas; o mujeres heroínas de la
cotidianidad.
Requiere ampliar las
temáticas y los universos. Las mujeres no se pueden representar
mayoritariamente como víctimas por muy difíciles que sean sus circunstancias
vitales. Tampoco como seres a los que únicamente les afectan los problemas de
identidad, crisis vitales, o sus relaciones de pareja.
El punto de vista de
género tiene mucho que ver también con representar a las mujeres fuera de
los ámbitos y espacios privados. Las temáticas ya comentadas, siguen
relacionando a las mujeres con los espacios domésticos, por mucho que sus vidas
hayan logrado trascender al espacio público.
Y más, el punto de vista
de género es un concepto amplio. Está en las películas, pero también
está en quien las analiza. Una película puede a priori no tener este punto de
vista de género, pero puede adoptarse desde quien la mira, analiza o estudia.
Desde el cine de mujeres
al punto de vista de género. Apuntes desde el caso español
La nómina de directoras
españolas es escasa. Desde la pionera Rosario Pi (1899-1967), hasta la joven
Elena Trapé, alrededor de sesenta directoras engrosan la nómina de la
cinematografía española. El análisis de las condiciones históricas, culturales,
sociales, y políticas que rodean los 80 años de directoras superan los
objetivos de este artículo[16]. No obstante resulta interesante fijar
la atención en dos generaciones de cineastas como las cineastas de la
Transición y las cineastas de los 90[17]. Veremos cómo impusieron su punto
de vista de género las primeras, y cómo han transitado entre el punto de vista
y las miradas personales las segundas.
La tradición fílmica y
teórica feminista ha sido escasa en España. No ha habido ningún tipo de
experimento visual y narrativo, como en la tradición fílmica feminista
norteamericana y anglosajona. No existe un cine vanguardista, teórico y
experimental feminista[18]. Las cineastas españolas no han
revolucionado las formas. No han utilizado “la maquinaria
cinematográfica de forma nueva, con el fin de desafiar las expectativas y las
presunciones sobre la vida que tienen los públicos” [19]. Han trabajado desde los postulados de
una industria cinematográfica a la que les es muy difícil acceder. Con los recursos
con los que han contado dentro de los cauces narrativos de los géneros
cinematográficos han propuestos nuevos modos de representación de los modelos
de mujeres, desde otros puntos de vista.
Las cineastas de la
Transición Josefina Molina, Pilar Miró y Cecilia Bartolomé, en sus ya
emblemáticas películas ‘Función de noche’ (1981), ‘Gary Cooper que estás en los
cielos’ (1981) y ‘Vámonos, Bárbara’ (1977) adoptaron el punto de vista de
género por primera vez en el cine español.
Las tres cineastas son las
primeras mujeres que acceden a una formación reglada en la Escuela Oficial de
Cine de Madrid, epicentro cultural y político excepcional. Como pioneras en la
industria, tuvieron que hacer frente a dificultades incluso físicas a la hora
de trabajar en un mundo exclusivamente masculino. Pilar Miró sorteó en
Televisión Española una prohibición expresa, que no permitía la entrada de
mujeres en los controles de realización.
Participan de un interés,
consciente o no[20], por mostrar la realidad de las mujeres
a partir de un protagonismo femenino desconocido hasta entonces. Las
protagonistas de sus películas, la actriz Lola Herrera en ‘Función de Noche’,
Andrea Soriano (Mercedes Sampietro) en ‘Gary Cooper que estás en los cielos’,
Ana (Amparo Soler Leal) en ‘Vámonos, Bárbara’ reflejan la dificultad de
construir una nueva identidad como mujeres en una sociedad que les exigía ser
modernas, del mismo modo que durante 40 años les había exigido ser madres y
esposas, sumisas y devotas.
Sin ningún referente, estas
tres protagonistas se enfrentan a duras realidades; crisis de identidad
provocadas por la educación sentimental y la represión del
nacional-catolicismo, maternidades en solitario; elección obligada entre vida
profesional y vida familiar; intento por desarrollar una carrera en ámbitos
laborales masculinos; conquista del espacio público o lucha por el divorcio
entre otras. Muestran las contradicciones entre las que se mueven estas
protagonistas de finales de los 70 y principios de los 80, entre la herencia
franquista y la modernidad democrática.
Su gran aportación fue crear
nuevos modelos de mujeres desde el punto de vista de género en una
industria que no los tenía. Los personajes femeninos habían interesado a
algunos cineastas de su generación: Carlos Saura en ‘Ana y los lobos’ (1973) o
‘Cría Cuervos’ (1976), José Luis Borau con ‘Furtivos’ (1975) dirigen en los
mismos años películas con marcado protagonismo femenino. Pero, dentro del cine
metafórico por el que se decantan estos cineastas, los protagonistas son
alegorías de la España franquista. Esas madres castradoras, superlativas y
deprimidas simbolizan la España de la dictadura y la España que agoniza. Son
personajes sugerentes y, en cierto modo rompedores, pero no subversivos, como
los protagonistas de las películas de las directoras. Sobre ellos recae la
responsabilidad de la opresión de toda la sociedad, un límite evidente de cara
a ofrecer nuevos modelos de identificación.
Las cineastas de los 90
se incorporan a la industria en un clima de relativa normalidad, y en un
ambiente de renovación profesional y generacional. Su propia presencia es uno
de los principales síntoma de esta renovación. Carlos F. Heredero define la
entrada de las mujeres a la industria como un “fenómeno insólito que en
términos cuantitativos no tiene parangón en ningún otro período de la
cinematografía nacional”[21].
Ana Díez, Icíar Bollaín,
Isabel Coixet, Chus Gutiérrez, Elena Taberna, Patricia Ferreira, Laura Mañá o
Silvia Munt son algunos de los nombres más representativos. A estas directoras
les ha pesado como una losa la etiqueta de cine de mujeres. Sin estar
dispuestas -como es lógico- a que su trabajo se etiquetara y perdiera valor en
una sociedad patriarcal, han negado sistemáticamente durante dos décadas que
realicen cine de mujeres. Sus declaraciones han sorprendido a la crítica
y a las espectadoras[22]. Este desconcierto muestra hasta qué
punto influye sobre las creadoras el hecho de ser mujeres en sociedades no
igualitarias.
Las directoras de esta
generación han accedido a la industria cinematográfica por los cauces
habituales: producción de cortometrajes; diversos y variados trabajos en el
seno de la industria; formación académica y apoyo de los productores, en un
ambiente social y cultural de relativo reconocimiento de la presencia de las
mujeres en el ámbito público. Sin embargo, destacan los bajos presupuestos
destinados a sus películas, incluso en sus segundas obras y la dificultad de
seguir rodando tras sus óperas primas.
Comparten más aspectos y
formas de entender el cine con los directores de su generación, que con las
cineastas de la generación anterior. Sus referentes no son sus predecesoras[23];
sino las películas comerciales dirigidas por directores, en el que el punto de
vista es masculino.
Sin ningún ideario
cinematográfico concreto y sin el peso del pasado franquista las temáticas
tratada por las directoras de los 90 como el del resto de su generación
en sus películas, está muy vinculada con el presente. Irrumpe con fuerza el
tema de la juventud y de los conflictos familiares. Se realiza una interesante
radiografía de la familia contemporánea, caracterizada por cierto sentimiento
de orfandad.
La lucha por reivindicar la
identidad femenina, que caracteriza a las cineastas de la Transición, no
está presente de una manera tan evidente. La identidad de las mujeres se centra
en luchas individuales y fragmentadas. Se observa cierta incertidumbre e
indefinición lejana a las certezas –fruto de la coyuntura histórica- de sus
predecesoras. Se refleja una imagen de las mujeres acorde con las
transformaciones sociales culturales, económicas y políticas. Asimismo plantean
nuevas temáticas que inciden en la contradicción que supone los avances en la
conquista del espacio público y la ausencia de una transformación cultural y
social que asuma esas conquistas. Todo desde un punto de vista cotidiano.
Otra temática recurrente son
las relaciones de pareja, en su mayoría heterosexual. Los cambios ya comentados
transforman las relaciones. El acceso de las mujeres a la educación y al
mercado laboral y la secularización de la sociedad civil hacen que las
relaciones entre hombres y mujeres se transformen de raíz. Las masculinidades
se debaten entre los dictados patriarcales que les otorgan privilegios de una
manera directa y los nuevos tiempos que exigen nuevas responsabilidades.
Además, las películas reflejan cómo las mujeres se debaten entre el compromiso
en las relaciones y la lucha por su propia independencia.
De cualquier modo, todas las
directoras, desde sus diferentes realidades históricas y puntos de vista, han
aportado al cine español y al cine en su conjunto nuevos modelos y retratos de
mujeres que crean fisuras en el régimen de representación patriarcal dominante
y proponen nuevas realidades cinematográficas.
* Extraído
de Pikara Magazine. Este
artículo se publicó originalmente en el libro digital 25 años de cine. Muestra
internacional de Cine y Mujeres de Pamplona bajo la edición de María
Castejón Leorza para IPES Elkartea
Notas:
[1] De entre las películas dirigidas entre los años 2000
y 2006 en España, según el estudio de Fátima Arranz, “los filmes dirigidos
por varones representan el 91% del total, mientras que los dirigidos por
mujeres sólo representan el 7,4%”. Fátima Arranz “La igualdad de género en
la práctica cinematográfica española” en Cine y género en España.
Madrid, Cátedra, 2010, op, cit, pág. 20.
[2] Betty Friedan La mística de la feminidad.
Madrid, Cátedra, 2010. Primera edición 1963.
[3] Betty Friedan, op, cit, pág. 76.
[4] Susan Faludi observa este mismo aspecto en las
series de televisión norteamericanas de los 80. Frente a series como El show
de Bill Cosby (NBC, 1984-1992) con fuertes rasgos sexistas, existen series
como Murphy Brown (CBS, 1988-1998) y Roseanne (ABC, 1988-1997)
protagonizada por mujeres que se sitúan fuera del simbolismo patriarcal,
creadas por mujeres. La primera creada por Diane English y la segunda por la
propia Roseanne Barr y Matt Williams.
[5] La
filmografía de Miguel Albadalejo es una de las más interesantes desde el punto
de vista de género en España. De hecho, supera con creces la sobrevalorada
capacidad de Almodóvar de retratar personajes femeninos
[6] Anette Kuhn, Cine de mujeres. Feminismo y cine.
Madrid, Cátedra, 1991, op, cit, pág 150.
[7] María Camí-Vela, Mujeres
detrás de la cámara. Entrevistas con cineastas españolas de la década de los 90
Madrid, Ocho y Medio Libros de Cine, 2001.op, cit pág 21.
[8] Una nueva configuración de la cultura: la Muestra
Internacional de Filmes de Mujeres de Barcelona en [ www.audiovisualcat.net , op.cit, pág. 87.]
[9] J. Luis Sánchez Noriega, Diccionario temático de
cine. Madrid, Cátedra, Sonido e Imagen, 2004, op, cit, pág, 346. Definición
correspondiente a la entrada Mujeres.
[10] Mireia Bofill, Reivindicación de la Mostra como
espacio de relación en Diez años de la Muestra Internacional de Filmes
de Mujeres de Barcelona. La empresa de sus talentos. Barcelona Paidos,
2002, op,cit,pps 32-33.
[11] Marina Díaz y Josetxo Cerdán, “Aguja e hilo para
pensar el cine español de mujeres de los años noventa” en Diez años…
op,cit, pág 85.
[12] Para saber
más sobre las representación patriarcal de las mujeres en el cine ver las
Unidades y Guías Didácticas del proyecto El cine, el mundo y los Derechos
Humanos (www.cineddhh.org).
[13] No existen datos de taquilla desagregados por
género. Estas afirmaciones se hacen a partir de la experiencia personal como
espectadora.
[15]La
definición que da el DRAE del concepto es el siguiente: “Cada uno de los
modos de considerar un asunto u otra cosa”. http://drae.rae.es/
[16] Para un análisis histórico de las generaciones de
cineastas, cineastas pioneras, cineastas de la transición y cineastas de los
noventa ver, María Castejón Leorza: Mujeres y cine. Construcción y
destrucción de la identidad femenina en el cine español de fin de siglo
(1975-2005). Trabajo de Grado, Universidad de Salamanca 2007. Sin publicar.
[17] Se considera cineastas de los 90 a todas aquellas
directoras que han iniciado su carrera entre los años 80 y el año 2000.
[18] Una clasificación del denominado cine vanguardista y
teórico norteamericano que se inicia a mediados de la década de los 70 se puede
consultar en la obra de E. Ann Kaplan: Las mujeres y el cine. A ambos lados
de la cámara. Madrid, Cátedra, Universitat de Valencia, Instituto de la
Mujer, 1998, pps 248-252.
[19]Ibidem., op,cit, pág 238.
[20] Pilar Miró tenía unas opiniones muy claras sobre las
mujeres como colectivo, no exentas de cierta misoginia. Para saber más, ver
Castejón Leorza.
[21] Carlos F Heredero, La mitad del cielo Málaga,
Festival de Cine Español de Málaga, 1998, op, cit, pág 9. En el año 1998, se
contabilizan 28 directoras.
[22] Icíar Bollaín recoge este
desencuentro: “En alguna charla encontramos mujeres enfadadas con nosotras.
Nos acusaban de hacer cine distinto, desde otra perspectiva, para luego negarlo
cuando nos preguntaban. Nos acusaban de negar la diferencia en lugar de
reivindicarla. Me sentí en más de una ocasión atrapada en la contradicción: soy
igual al hacer cine, pero hago cine diferente. Y la cosa se complicaba cuando
intentábamos definir las diferencias: ¿Es nuestro cine más intimista, más sutil,
más sensible? (…) ¿Podemos hacer cine de acción? Se preguntaba sesudamente más
de un periodista. ¿O lo nuestro son, sobre todo, las relaciones personales?
Entrar en esas reflexiones era como pisar las arenas movedizas de los
estereotipos femeninos; cuando más removías, más te hundías”. Icíar
Bollaín, II Encuentro de Nuevos Autores. Semana Internacional de Cine de
Valladolid, Valladolid, 2001, op. cit, pps 15-16.
[23] Las siguientes palabras de Isabel Coixet reflejan
hasta qué punto en cierto momento no se consideran referentes las directoras de
la Transición: “Parecía como si Pilar Miró tuviera un monopolio de hacer
cine y las demás éramos hijas que intentábamos seguir”. Camí-Vela, op, cit,
pág 55.
Bibliografía:
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y género en España. Madrid, Cátedra, 2010.
- Camí-Vela, María: Mujeres
detrás de la cámara. Entrevistas con cineastas españolas de la década de los
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Madrid), 2001.
- Castejón Leorza, María: Mujeres
y cine. Construcción y destrucción de la identidad femenina en el cine español
de fin de siglo (1975-2005). Trabajo de Grado, Universidad de Salamanca
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- Faludi, Susan: Reacción.
La guerra no declarada contra la mujer moderna. Barcelona, Anagrama, 1993.
- F. Heredero, Carlos
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mística de la feminidad. Madrid, Cátedra, 2010. Primera edición 1963.
- Kaplan, E. Ann: Las
mujeres y el cine. A ambos lados de la cámara. Madrid, Cátedra, Universitat
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- Kuhn, A: Cine de
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- Sánchez Noriega, José
Luis: Diccionario temático de Cine. Madrid, Cátedra, Colección Signo e
Imagen, 2004.
- II Encuentro de Nuevos
autores. 2000. 46. Semana Internacional de Cine. Valladolid 2001.
- Selva, Marta, Sola, Anna
(compiladoras): Diez años de la Muestra Internacional de Filmes de Mujeres
de Barcelona. La empresa de sus talentos. Barcelona, Paidós, 2002.
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